Al repasar el listado de las titulaciones universitarias con menos paro, los primeros puestos son para las ingenierías y la medicina. Pero en mitad de la lista, concretamente en el puesto número once, aparece Historia y Ciencias de la Música, la única titulación de Humanidades con una tasa de empleo del 90, 7%.
Los profesores universitarios consultados dan una respuesta clara: solo se ofrece en siete universidades públicas españolas y las plazas son limitadas, unas 50 al año por centro. Eso se traduce en que el número de graduados ronda los 200 al año entre todos los campus. “Con esas cifras, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de grados, no se satura el mercado laboral y los estudiantes no tienen tantas dificultades para encontrar un empleo”, señala Germán Labrador, director del departamento interfacultativo de música de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
El perfil del estudiante que solicita este grado es especial. «Es una carrera que requiere conocimientos específicos de conservatorio, no es suficiente la materia que reciben en el instituto. No vienen a probar, sino muy convencidos y eso reduce el número de solicitudes», apunta Ramón Sobrino, director del departamento de Historia del Arte y Musicología de la Universidad de Oviedo.
Hasta 1970, Historia de la Música no se estudiaba en la Universidad española. Ese año la Ley General de Educación la estableció como materia obligatoria dentro de la titulación de Historia del Arte. Por primera vez surgió la necesidad de contratar a docentes especializados. En el año 74 se creó la Asociación de Profesores de Música -integrada por docentes de las universidades de Granada, Oviedo, Salamanca y la Autónoma de Barcelona- y en el 84 sus integrantes consiguieron que se convirtiera en una titulación de segundo ciclo, de solo dos años.
La primera en impartirla fue la Universidad de Oviedo y en los años posteriores se fueron sumando otros seis campus. Con la puesta en marcha del Plan Bolonia en 2010, la titulación de dos años se transformó en un grado de cuatro.
Fuente: El periódico El país